Carlos Moyá puede presumir de muchas cosas, pero sobre todo de ser el primer tenista español en convertirse en número 1 del mundo. El 13 de marzo de 2009, se cumplen diez años de aquella gesta, que se prolongó por espacio de quince días. Una década después, con 32 a sus espaldas, y siempre entre los 50 mejores del circuito, apura una carrera con matrícula de honor.
El 13 de marzo de 1999 rompió moldes. Carlos Moyá (Palma, 1976) se convirtió aquel sábado de hace diez años en el primer tenista español de la historia en convertirse en el mejor del planeta. La gesta se produjo tras ganar en las semifinales del torneo de Indian Wells a su amigo el brasileño Gustavo Kuerten y desbancó de esta manera al norteamericano Pete Sampras después de 262 semanas en lo más alto.
Fue su gran día, uno de los más emotivos de su brillante carrera. Hoy, diez años después, Moyá lo recuerda como uno de sus grandes momentos, a la vez como uno de los objetivos cumplidos que se marcó desde que, en 1995, conquistó en Buenos Aires su primer título como profesional. "Ser el número uno en lo tuyo es lo más grande que le puede pasar a una persona", afirma uno de los jugadores más carismáticos de la última década.
Ese día, el 13 de marzo -oficialmente fue el 15, cuando la ATP publica la clasificación- se unió a una lista en la que sólo figuran los mejores de la historia desde que existe un ránking. Como mejores tenistas del mundo figuran nombres como Nastase, Connors, Borg, McEnroe, Lendl, Wilander, Becker, Sampras, Agassi, además de Federer y, ahora, Nadal. Figuró en lo más alto durante quince días, devolviéndoselo a Sampras tras caer en los octavos de final de Cayo Vizcaíno. Pero para Moyá, quien reconoce que tal vez le ha faltado un punto de ambición para lograr mayores gestas, le es suficiente. Cuando empezó se marcó ser número uno del mundo, ganar un Grand Slam y la Copa Davis, todos cumplicos.
La historia de este tenista genial, terror de las fans en sus comiezos, poseedor durante muchos años de una de las derechas más resolutivas del circuito, se dio a conocer a las masas un mes de enero de 1997 al alcanzar, de forma sorprendente, la final del Abierto de Australia, primer Grand Slam de la temporada. Aquel día, un 26 de enero, se las vio con el por entonces número 1, Pete Sampras, que le superó en 87 minutos. Pero lo más importante se había conseguido. Con poco más de veinte años ya contaba con una final de un torneo grande. La ´moyamanía´ no había hecho más que comenzar. En la primera ronda de ese torneo dio claras muestras de lo que podía llegar a hacer al eliminar a un tal Boris Becker, vigente campeón. Desde 1968 el ganador no quedaba eliminado en primera ronda.
Sin duda, se encontraba Moyá en su mejor momento, que prolongaría en los meses siguientes. Llegó a la cumbre consiguiendo otro de sus objetivos, la conquista de un torneo de Grand Slam. Lo logró en Roland Garros. El 7 de junio, en la central del recinto parisino, alzó la Copa de los Mosqueteros delante de Alex Corretja. "Es la mejor sensación que he tenido nunca", comentó un emocionado Moyá con el trofeo entre las manos. Aquel año llegaría a las semifinales del US Open, donde cayó ante el australiano Mark Philippousis.
A partir de ese momento conocería la cara más amarga del deporte. Las lesiones le relegaron a un segundo plano. Desapareció de los focos. Sus eternos problemas en la espalda le obligaron a renunciar al Abierto de Australia y, sólo un año después de convertirse en número 1 del mundo, estaba perdido en la clasificación en el puesto 46. El descenso a los infiernos en sólo doce meses. Esta pésima racha alcanzaría su momento culminante en diciembre de 2000 cuando Moyá quedó excluido del equipo español de Copa Davis que disputaría la final contra Australia. Fue, posiblemente, la mayor decepción de su carrera profesional. Se le pidió que hiciera de sparring del equipo, algo que debió considerar una humillación. No encontró mejor solución que refugiarse en Miami junto a su amigo el ecuatoriano Nicolás Lappenti.
Llegarían tiempos mejores. Contaba tan solo 24 años y el futuro le tenía guardada otra alegría. Tras el varapalo de la Davis de 2000 poco a poco remontó el vuelo. La calidad la seguía teniendo y, como ha sido habitual a lo largo de su carrera, sólo le faltaba saber motivarse, un aspecto fundamental y que es de donde han surgido los mayores éxitos del palmesano. En 2001 conquistó el torneo de Umag, el comienzo de su última gran etapa entre los mejores del tenis. Al año siguiente logra, entre otros, el Masters Series de Cincinnati y alcanza la final de Montecarlo. Volvía a verse al mejor Moyá. En 2003 gana en Barcelona, Buenos Aires y Umag, una buena temporada que iba a ser el mejor preludio de otro año mágico en su brillante carrera, 2004. El año del triunfo en la Copa Davis, la guinda al pastel. El 5 de diciembre de ese año lo recuerda como uno de los más bonitos de su carrera. Ese día dio al equipo español el punto definitivo para la conquista de, hasta aquel momento, segunda Ensaladera de la historia del tenis español. Derrotó al norteamericano Andy Roddick en un partido técnicamente impecable. Logró así uno de sus sueños, y de la mejor manera posible, siendo el protagonista principal de una de las mejores obras de su repertorio. Rafel Nadal, con 18 años, también tendría su importante cuota de protagonismo ya que logró el segundo punto de la eliminatoria, también ante Roddick.
Con Roland Garros, número 1 y Copa Davis en el bolsillo, Moyá entró en una etapa de su carrera en la que le faltaban alicientes. Del quinto puesto de la clasificación en 2004 pasó al trigésimoprimero al año siguiente y al 43 en 2006, el año de su trigésimo aniversario. Cada vez se le hacía más difícil ganar partidos. El 14 de septiembre de ese año suma su victoria 500 en el torneo de Bucarest ante el rumano Andrei Pavel, una cifra sólo superada por Federer entre los jugadores en activo, y por Agassi (870), McEnroe (864) y Muster (622). Fue la última gran conquista de un tenista que, a diferencia de Nadal, no es un devorador de torneos. A su ritmo, a su manera, ha logrado todo lo que se ha propuesto. Pocos pueden presumir de su palmarés y aún menos de haber sido número 1, el primero del tenis español, un hazaña que quedará en la historia para siempre.
http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009031200_11_444068__DEPORTES-Moya-primer-numero