VUELVE AL ESCENARIO EN EL QUE SE ROMPIÓ EL CUELLO
La vida de James Blake podría servir de argumento a una película de Hollywood. Durante su infancia, tuvo que jugar durante cinco años con una faja por culpa de una escoliosis (desviación de la columna). Ya dentro del profesionalismo, el chico del Bronx ascendió en el ránking hasta colocarse entre los cuarenta primeros.
A los 24 años, en su plenitud tenística, y después de ser elegido por la revista People como el deportista más sexy del mundo, un accidente en las pistas del Foro Itálico de Roma estuvo a punto de costarle su carrera y una invalidez de por vida.
El 6 de mayo de 2004, entrenando con su compatriota Ginepri, se dio un golpe en el poste de la red. Blake se fracturó una vértebra del cuello y pensó que todo se había acabado para él. “Cuando estaba en el suelo, sin moverme, pensaba que nunca más volvería a andar. Sobre todo, después de la escoliosis en la espalda”, recuerda el estadounidense.
La muerte de su padre
Blake se recuperó para el tenis en su casa de Connecticut, donde se enteró que su padre Tom le ocultaba un cáncer de estómago. La muerte de su progenitor provocó una extraña enfermedad nerviosa en el cuerpo del tenista, al que se le quedó paralizada media cara. A finales de 2005, James volvió a sentirse jugador con el título de New Haven y los cuartos del US Open. Su final en la última edición de Indian Wells le situó por primera vez en el selecto grupo de ‘top ten’.
Blake regresó a Roma dos años después. Lo hizo como número siete del mundo, pero perdió con Serra por 6-4 y 7-6(3).