"Mi problema era Nadal"El N° 1 del mundo, a fondo: su rivalidad con el español, su paternidad y sus grandes logros
10 de Mayo de 2010 - 23:23
Por Juan José Mateo
Diario EL PAIS
MADRID.– Terminada la entrevista, Roger Federer atiende a dos aficionados y bromea con el improvisado fotógrafo en macarrónico castellano: "¡Muy deprisas!". El número 1 tiene la palma de la mano derecha encallecida. Luce morenos antebrazos. Habla largo y siempre vuelve sobre el mismo nombre: Rafael Nadal. Hace un año que los dos se enfrentaron por última vez, con victoria del suizo en la final del Madrid Open. Federer es hoy un hombre distinto. Ya es campeón de Roland Garros. Ya ha recuperado Wimbledon. Y ya es el tenista con más Grand Slams ganados (16). Las estadísticas, sin embargo, no contienen la esencia del Federer del día soleado de la entrevista: es un hombre que igual habla de sus lágrimas que de sus enfermedades; casado sin anillo, y cercano como para hablar de cuántos días cuesta reconocerse en un hijo.
-El número 1, que también es padre, se enferma con una infección pulmonar, como le pasó a usted tras el Abierto de Australia. ¿Qué pasa entonces?
-Las niñas no se sentían bien cuando volvimos de Australia. Los seis primeros meses habían sido fantásticos: los pasaron volando alrededor del mundo. Cuando volvimos hacia el frío, empezaron con una infección de oído y luego con los dientes. ¡Chillaban toda la noche! Quizá tuvieran el virus. Fue duro para la familia. La primera en sufrir la infección fue Mirka [su esposa], estuvo tres días en el hospital. Luego, yo empecé a sentirme mal. Paré de entrenarme y aquello sólo empeoró. Fui a que me examinaran y vieron que yo también tenía los pulmones infectados. Tuve que ir un par de veces al hospital porque me sentía terriblemente mal. Ahora estoy bien.
-Ahora es padre. ¿Qué ha descubierto de sí mismo?
-Que no soy un padre tan malo. Estaba un poco nervioso, como cuando fui a dar el examen de conducir. Siempre pensé que sería un conductor terrible. Me asustaba. Ahora me gusta conducir, igual que ser padre. Estaba demasiado preocupado. He descubierto que puedes querer más a tus hijos que a nada en este mundo. Al principio es raro; de repente, les das a dos criaturas un nombre y se supone que las tienes que querer sin fin. ¡Pero al principio no las conoces! Así que es extraño durante la primera semana. Luego, te das cuenta de que es lo mejor del mundo.
-¿Y el anillo de casado?
-¡No tengo! Me lo pondré cuando me retire. Mirka lo comprendió... Lo importante era que ella tuviera un anillo bonito.
-Lloró tras perder con Nadal la final de Australia 2009 y al ganar ese mismo año Roland Garros.
-Prefiero hacerlo así que solo. Soy afortunado porque esos sentimientos me surgieron bajo el ojo público. No lo puedo controlar. Quizá me podría esconder bajo una toalla... ¡Pero no hay toallas en las que llorar durante la ceremonia de trofeos! Y no quedaría bien (bromea). He llorado mucho. Había razones detrás de ello.
-¿Un segundo título en Roland Garros tendría otro sabor ganándole a Nadal?
-Obviamente. Ningún grande será igual que mi primer Roland Garros. Es el que estaba buscando, el título para el que me preparaba casi en secreto. Hacía pretemporadas en febrero para jugar las semifinales de Roland Garros en mayo. Siempre supe que podía hacerlo, pero lograrlo es una satisfacción increíble. Siempre esperé que ocurriera ganándole a Rafa, pero no puedes elegir quién está del otro lado de la red. Seguimos teniendo carreras largas por delante. Espero que tengamos más oportunidades de jugar en la Philippe Chatrier.
-Habla como si el futuro estuviera marcado.
-Cuando Agassi me dio el trofeo de Roland Garros, me dijo: "Te lo mereces. Es el destino". Pensé: es verdad. Sentí lo mismo. Después de haber entregado tantas cosas de mí mismo durante tantos años en París... Mire, yo nunca pensé que mi problema fuera el polvo de ladrillo. Mi problema era Nadal. El es increíble. Hay quien no quiere creerlo, pero ésa es la verdad, desgraciadamente para una gran generación de jugadores de polvo de ladrillo. Para mí fue como si el destino viniera a buscarme. Ser capaz de manejar la presión, creer cada año que podía ganar pese a que Rafa destruía mis sueños fue clave, mi mayor fortaleza. Puedes desmoralizarte muy rápido. El momento de la derrota te golpea extremadamente fuerte. Siempre creí que podría mejorar. Por eso creo en el destino.
-¿Y en Wimbledon 2009? Rompió el récord de 14 grandes de Pete Sampras con él delante.
-El guión perfecto, con un final feliz de Hollywood. Fue especial por una cosa: venía de una derrota durísima contra Rafa el año anterior. Y me decía: Estuve tan cerca que ahora me toca volver a tener la suerte de mi parte. Y ocurrió así.
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